La tensión entre Javier Milei y Victoria Villarruel ya no es un secreto, sino una estrategia. En un nuevo capítulo de la crisis interna que atraviesa al oficialismo, el vocero presidencial Manuel Adorni confirmó lo que desde hace tiempo se venía gestando: “La vicepresidenta ya no es parte del Gobierno, no es parte del proyecto ni del norte que impulsamos”, dijo ante los medios.
Con esa frase, el Gobierno selló públicamente el quiebre con quien supo ser la compañera de fórmula de Milei en 2023. La ofensiva se reactivó tras una sesión en el Senado en la que el oficialismo sufrió un duro revés parlamentario. En vez de asumir errores propios, el Ejecutivo culpó a Villarruel por no haber frenado la iniciativa que impulsaba mejoras en las jubilaciones. Una propuesta que, paradójicamente, ella misma defendió, junto con la idea de ajustar partidas como los gastos reservados de la ex SIDE o los viajes presidenciales.
El propio Milei la volvió a atacar en público durante el evento ultraderechista “Derecha Fest”, donde la calificó de “bruta traidora”. Se sumaron luego los embates de Luis Petri y Patricia Bullrich, en una muestra de alineamiento del gabinete detrás de la estrategia de exclusión.
La interna libertaria no es sólo una disputa entre presidente y vice. Es también un síntoma de un gobierno que pierde el control y necesita enemigos internos para sostener su narrativa. Incluso Karina Milei, hasta ahora intocable, empezó a recibir cuestionamientos desde sus propias filas digitales. La Casa Rosada busca recuperar centralidad mediática atacando a Villarruel, mientras guarda un silencio absoluto frente al accionar del embajador designado Peter Lamelas, un caso que expone la sumisión total a los intereses de Estados Unidos.
Villarruel, por su parte, no se queda quieta. Con un armado propio en marcha y recorridas por provincias como Tucumán, Catamarca, Santa Fe y Santiago del Estero, intenta mostrarse como una figura con proyección federal. Su entorno asegura que sigue “leal a Milei”, pero la realidad indica que su distancia es cada vez más notoria.
La historia se repite. Como sucedió con Cobos, Michetti o Chacho Álvarez, el vínculo entre presidente y vicepresidenta vuelve a crujir. Pero en este caso, la fractura no es un error de gestión, sino parte del manual libertario para distraer, disciplinar y sobrevivir.