Murió una recicladora en el Ecopunto de Cañuelas: la tragedia que refleja una crisis que empuja a miles a revolver la basura para sobrevivir

Patricia González tenía 50 años, vivía en Cañuelas y trabajaba como recicladora. Este viernes fue hallada sin vida, sepultada bajo una montaña de residuos en el Ecopunto de Ruta 6, donde solía separar materiales reutilizables para ganarse el sustento diario. La tragedia se desató cuando una pala mecánica, operada por un trabajador tercerizado de ACUMAR, descargó residuos sin advertir su presencia.

Durante más de seis horas, compañeros y familiares buscaron a Patricia, creyendo al principio que había salido del predio. El hallazgo de su cuerpo sin vida, cerca de la medianoche, paralizó a toda la comunidad.

El maquinista fue imputado por “homicidio culposo”, mientras se investiga si hubo negligencia en el operativo y por qué Patricia se encontraba en una zona de riesgo, fuera del tinglado donde supuestamente los recicladores realizan sus tareas. Aunque se esperan los resultados de la autopsia, las primeras hipótesis señalan que fue aplastada por la carga de la máquina.

Un trabajo digno, pero forzado por la necesidad

La muerte de Patricia no es solo un accidente laboral: también es el resultado visible de un sistema que obliga a miles de personas a rebuscárselas entre residuos para poder comer. En Argentina, según datos recientes del Observatorio de la Deuda Social, más de un millón de personas viven de lo que recuperan de la basura, muchas veces sin las mínimas condiciones de seguridad, sin obra social y dependiendo de lo que otros descartan.

Cañuelas no es la excepción. Cada día, decenas de personas se acercan al Ecopunto para recuperar cartón, plástico o metales. No por elección, sino porque la plata no alcanza, y las changas son cada vez más escasas. En los últimos meses, con la inflación disparada y los alimentos por las nubes, el número de vecinos que buscan sobrevivir del reciclaje creció de manera visible.

Aunque el trabajo de los recicladores cumple un rol clave para el ambiente y la economía popular, en muchos casos se desarrolla en condiciones precarias y sin acompañamiento. Para cientos de familias, no es una opción sino la única salida frente al hambre y la falta de oportunidades.

Comunicado y duelo

Tras el accidente, la Municipalidad de Cañuelas decretó un duelo comunitario y emitió un comunicado en el que lamenta el fallecimiento, aclara que las tareas eran realizadas por una empresa tercerizada a través de ACUMAR, y se puso a disposición de la familia.

Patricia deja dos hijos: una joven adulta y un adolescente de 15 años. Su historia, como la de tantas otras personas que viven al margen del sistema, merece ser contada no solo por el drama de su final, sino también por lo que dice de todos nosotros como sociedad.

Un país donde sobrevivir no debería costar la vida

En un contexto de crisis económica profunda, donde millones pierden el trabajo o ven pulverizados sus ingresos, la historia de Patricia es la de muchas otras mujeres que, lejos de resignarse, se arremangan para sobrevivir. Lo que debería ser un trabajo acompañado por políticas públicas termina, muchas veces, en tragedia.

Su muerte no puede ser leída solo como un accidente. También es un símbolo del abandono y la desigualdad que crece día a día, bajo el ruido de palas mecánicas y el silencio de un país que duele.