Pasaron ya tres días del Día Internacional del Trabajador, y el ruido de los actos, los discursos y los homenajes empieza a disiparse. Queda, sin embargo, una certeza: los trabajadores no están en el centro del modelo económico que propone el Gobierno de Javier Milei.
La fecha encontró a la Argentina inmersa en un ajuste feroz, que no es solo fiscal, sino también social y laboral. Mientras desde el Ministerio de Economía se celebra un supuesto repunte del salario real, los números cuentan otra historia: en la mayoría de las provincias, el salario promedio perdió poder adquisitivo durante el primer cuatrimestre de 2024.
Más allá de las estadísticas oficiales, el termómetro de la calle marca otra temperatura. La recuperación salarial que promueve el Gobierno se sostiene en largas jornadas, pluriempleo y el crecimiento del cuentapropismo. Según datos del INDEC, las horas extra trabajadas aumentaron en un 3,3% interanual en el tercer trimestre de 2024, y un 5,1% en el cuarto. Trabajar más para no perder.
Luis Campos, investigador de la CTA-Autónoma, advierte que desde la asunción de Milei, el Salario Mínimo, Vital y Móvil cayó un 31,5%, tocando su piso más bajo desde 2003. Y el salario, que en 2016 representaba más de la mitad del ingreso nacional, hoy apenas llega al 43,8%. Menor participación de los salarios, menor consumo, economía más fría.
En paralelo, se multiplican los datos que confirman un retroceso en la calidad del empleo. Desde diciembre, se destruyeron más de 124.000 empleos registrados en el sector privado. Si se suman los despidos en el sector público y en el trabajo doméstico, el saldo asciende a casi 195.000 puestos menos.
La informalidad también crece: el 42% de los trabajadores no tiene derechos laborales garantizados. En el campo, la cifra es alarmante: 8 de cada 10 obreros rurales están en negro. En el comercio y la construcción, la informalidad alcanza al 68% y 70%, respectivamente. Y en el universo del cuentapropismo, la informalidad roza el 63%.
La postal que queda luego del 1º de mayo es la de un país donde el trabajo dejó de ser sinónimo de dignidad para transformarse en una trinchera. En vez de celebrar conquistas, millones de argentinos viven en estado de alerta. Y mientras algunos celebran la “libertad económica”, muchos trabajadores enfrentan su jornada con la angustia de no saber si mañana seguirán teniendo empleo.