A fines de abril, el optimismo financiero había vuelto a escena en la Argentina. El cambio de régimen cambiario anunciado por el Gobierno el 11 de ese mes fue bien recibido por los mercados, y bancos de inversión como JP Morgan emitieron informes alentadores, invitando a inversores a posicionarse en activos locales en pesos, especialmente Lecaps y Bonos del Tesoro (BCS).
El razonamiento era simple: altas tasas de interés en pesos, estabilidad cambiaria momentánea, llegada de la cosecha gruesa y un marco de reformas que auguraban disciplina fiscal y menor inflación. El escenario, aunque frágil, habilitaba una estrategia de carry trade: colocar fondos en instrumentos que rinden en moneda local, aprovechar las tasas reales positivas, y luego salir con una ganancia en dólares.
Sin embargo, ese clima favorable se desdibujó rápidamente.
El 12 de junio, el Banco Central tomó una medida que parecía pensada para aceitar aún más el ingreso de capitales financieros: eliminó la obligación de mantener los bonos por al menos 180 días. Esa restricción, que funcionaba como una barrera contra movimientos especulativos de corto plazo, dejó de existir.
La medida tuvo un efecto inmediato: aceleró los flujos financieros de entrada y, también, facilitó las condiciones para una salida veloz.
No pasó mucho tiempo hasta que llegaron las señales de alerta. El 29 de junio, JP Morgan emitió un nuevo informe que sorprendió: ahora recomendaba desarmar posiciones en deuda en pesos, citando como principales motivos el “ruido electoral”, el agotamiento del ingreso de divisas por exportaciones, y la oportunidad de “tomar ganancias” tras varios meses de rendimiento positivo.
Según el mismo banco, quienes ingresaron en Lecaps en abril, cuando rendían cerca de 40,5 % anual, y salieron hacia fines de junio, con tasas en torno al 32,3 %, lograron una ganancia real cercana al 10 % en dólares. En un contexto global de rendimientos bajos, el negocio resultó más que atractivo para los fondos especulativos.
Pero la fiesta no dura para siempre.
El escenario que entusiasmó en abril empezó a mostrar signos de fatiga: la cosecha gruesa alcanzó su pico y dejó de inyectar dólares frescos, el turismo emisivo volvió a presionar el tipo de cambio, las reservas del BCRA no logran una recuperación sostenida, el riesgo país sigue en niveles elevados (cerca de 700 puntos), y la proximidad de las elecciones legislativas —con clima de tensión e incertidumbre— inquieta a los inversores.
Si bien JP Morgan sigue siendo “constructivo” respecto al mediano plazo argentino —destaca la baja de la inflación, el orden fiscal y la liberalización gradual del cepo—, sugiere una pausa táctica. En pocas palabras: salir mientras todo sigue más o menos bien.
El repliegue de los grandes fondos marca una nueva etapa. Si bien no implica una crisis inminente, sí refleja que la estrategia de estabilización basada en tasas altas, controles relajados y señales al mercado tiene límites.
Algunos informes, como los de GMA Capital o EcoGo, remarcan que el programa económico aún depende en exceso de variables volátiles: flujo de exportaciones, confianza externa, financiamiento multilateral y un clima político que no termine de descomponerse.
Mientras tanto, el ciudadano común —que no compra Lecaps ni sigue los informes de JP Morgan— observa desde la tribuna cómo entran y salen millones de dólares sin que eso impacte en su bolsillo. Y se pregunta si, como tantas veces, no está viendo una película ya conocida: primero el ingreso veloz de capitales, luego la retirada igual de veloz, y finalmente las consecuencias que recaen siempre sobre los mismos.
La economía argentina volvió a prestarse al juego del carry trade, una estrategia que puede ser rentable mientras las condiciones acompañan. Pero cuando las reglas se relajan demasiado y el contexto político se complica, la inestabilidad vuelve a ganar terreno.
Lo que queda claro, una vez más, es que las señales de confianza duran lo que duran las oportunidades. Y que los inversores, por más “constructivos” que sean en sus discursos, no pierden nunca de vista la puerta de salida.