La salida de Lisandro Catalán del Ministerio del Interior no fue un cierre, sino el inicio de un nuevo capítulo dentro del esquema de poder del Gobierno nacional. A pocos días de dejar su cargo —del que se desvinculó el 3 de noviembre— el dirigente tucumano fue nombrado integrante del Directorio de YPF, en reemplazo de Carlos Manuel Bastos, quien renunció a su puesto.
La designación, oficializada ante los organismos de control, confirma el rumbo que la administración libertaria mantiene desde diciembre de 2023: consolidar en la petrolera estatal un núcleo de funcionarios de extrema confianza política. Con la llegada de Catalán, ese grupo suma otra figura central, junto a Guillermo Francos, José Rolandi y Eduardo Rodríguez Chirillo, quienes también pasaron del gabinete nacional a puestos estratégicos dentro de la empresa energética.
Aunque su perfil está marcado por una trayectoria administrativa y política —Catalán es abogado y ocupó cargos en varias áreas del Estado— su incorporación generó debate interno. Versiones periodísticas señalan que podría percibir un salario cercano a los 140 millones de pesos mensuales, una cifra que vuelve a poner bajo la lupa el nivel de remuneraciones dentro de YPF y el criterio de selección de sus directores.
El exministro llega a ocupar una silla cuyo mandato se extiende, al menos, hasta 2025, en un directorio conducido por Horacio Marín. Su desembarco ocurre además en un momento de reacomodamientos internos tras la salida de varios funcionarios de primera línea, entre ellos Nicolás Posse y el propio Francos, quienes también migraron a posiciones en la petrolera tras dejar el gabinete.
Para Catalán, el nuevo rol significa no solo una continuidad en su relación política con el oficialismo, sino también un ascenso dentro del esquema de empresas del Estado. Su designación refuerza así el peso del Gobierno dentro de YPF y confirma que la compañía se ha convertido en un actor clave para absorber figuras del entorno presidencial tras los cambios en el gabinete.
La llegada del exministro al directorio, entre elogios desde su Tucumán natal y críticas desde sectores opositores, marca un nuevo movimiento en la trama de poder que rodea a la petrolera más importante del país. Y deja en claro que, en la reestructuración del oficialismo, YPF sigue siendo uno de los destinos más codiciados —y estratégicos— dentro del mapa estatal.
