Cada vez más familias argentinas viven con la soga al cuello. En la economía que impuso Javier Milei, llegar a fin de mes se transformó en una odisea y el endeudamiento se volvió parte del día a día. Según datos del Banco Central, uno de cada tres argentinos con ingresos mantiene deudas con bancos o entidades financieras, lo que representa a unos 11,3 millones de personas. El monto promedio de deuda individual ronda los 3,7 millones de pesos, de acuerdo con el Instituto Argentina Grande.
Para dimensionar el problema: una persona endeudada necesitaría casi tres sueldos privados registrados para cubrir lo que debe, un número que ni siquiera representa el ingreso de la mayoría. La mitad de los deudores acumula entre 750.000 y 1 millón de pesos, montos imposibles de afrontar en un contexto de salarios licuados e inflación persistente.
“El crédito se volvió un mal necesario”, coinciden muchos trabajadores que deben recurrir a préstamos o refinanciaciones para pagar servicios, comida o transporte. Lucía, vecina de Mercedes, confiesa que la deuda de su tarjeta “se transformó en una bola de nieve imposible de frenar”. Ana, docente de Lobos, tuvo que refinanciar su deuda de un millón de pesos con intereses que superan el 100 % anual: “Ajusté todo lo que pude, pero la plata no alcanza”, cuenta.
La crisis golpea también a jubilados y jubiladas, cuyos haberes pierden poder de compra mes a mes. La jubilación mínima cayó un 0,6 % real en agosto, mientras los servicios se dispararon más de un 500 % desde que Milei asumió. Muchos mayores, como Lucrecia o Lía, relatan que debieron usar sus ahorros o recortar en medicamentos, ropa y comida.
El uso de tarjetas de crédito para comprar alimentos se disparó del 39 % al 46 % de las operaciones en supermercados, según la UBA. Ya no se trata de darse gustos: se trata de sobrevivir. “Antes ahorraba un poco; ahora uso la tarjeta para pagar la luz y los impuestos”, dice Gilda, de Campana.
Mientras el gobierno insiste en que “la inflación baja”, la economía real muestra otra cara: más familias endeudadas, más trabajo informal y menos poder adquisitivo. Un país donde el crédito ya no representa una oportunidad, sino un salvavidas que cada vez se hunde más.
