Vigilia firme en Constitución: con frío, desalojos y amenazas, el pueblo no abandona a Cristina

Ni la lluvia, ni la madrugada, ni un operativo policial de desalojo lograron apagar el fuego de la militancia frente al edificio de San José 1111. Desde hace días, esa esquina de Constitución se convirtió en epicentro de un fervor popular que no cede: militantes, vecinos, jubiladas, estudiantes, familias enteras se turnan para sostener una vigilia permanente por Cristina Fernández de Kirchner. La calle se volvió escenario de recuerdos, esperanzas y resistencia frente a una derecha que avanza sin pudor.

La madrugada del domingo, mientras el país dormía, el Gobierno porteño desplegó un operativo con 160 efectivos para desmontar lo que llamaron un “ordenamiento”. Se llevaron gazebos, pasacalles, parrillas, pancartas y hasta las cartas pegadas en la pared del edificio. Fue un intento deliberado de borrar las huellas del cariño popular. Pero el intento duró poco. A las pocas horas, los cuerpos regresaron, las paredes volvieron a hablar y los cánticos renacieron, más fuertes.

“Nos diste la posibilidad de soñar”, dice una de las nuevas cartas que reemplazaron a las retiradas. Ese papel resume la emoción de muchos que, como Gastón y su abuelo Mario, no se resignan. Gastón estudia en la UBA para ser ingeniero, y no duda: “Estoy acá por lo que me contó mi abuelo y por lo que quiero para mi futuro. No puede ser que mis compañeros dejen de cursar por no poder pagar un boleto”.

También Beatriz, una jubilada de Moreno, logró su pequeño gran objetivo: ver a Cristina. “¡Gracias, Cristina!”, gritó entre lágrimas cuando finalmente la vio salir al balcón. “Yo no me iba sin saludarla”, dijo con emoción antes de volver a su casa, caminando hacia la estación con la foto que pudo sacarle.

En ese balcón, que los medios oficialistas convirtieron en una obsesión, el pueblo encontró consuelo, fuerza y dirección. Por eso molestan tanto los saludos. El propio jefe de Gabinete de Milei, Guillermo Francos, se sumó al coro de voces que reclaman que a Cristina se le impongan restricciones: “Salir al balcón genera molestias”, dijo sin vergüenza, como si los balcones no fueran parte de la historia argentina, como si no fuera ese un acto mínimo de cercanía con un pueblo que no la olvida.

La vigilia continúa. A pesar del frío, del hostigamiento judicial, de las amenazas mediáticas de encarcelamiento, de los intentos de cercarla. Este miércoles, además, se prepara una movilización histórica que partirá desde esa misma esquina hacia Comodoro Py. “Ella siempre estuvo con nosotros y no la vamos a dejar sola”, dijo Mayra Mendoza en una ceremonia interreligiosa que tuvo lugar en plena calle.

El operativo policial no solo fracasó, sino que alimentó la llama. Con sillas, banderas, abrazos, y celulares listos por si aparece “Ella”, la esquina se volvió plaza, altar, punto de encuentro. No solo para reclamar, sino para reconstruir comunidad, memoria y futuro. Porque lo que está en juego no es solo el destino de una dirigente política, sino el modelo de país que millones de personas todavía sueñan recuperar.

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