Un exdiputado condenado por delitos aberrantes, y sin embargo, su filiación política sigue siendo un misterio. Germán Kiczka, exlegislador de Misiones, fue sentenciado a 14 años de prisión por la tenencia y distribución de material relacionado con abuso sexual infantil. La condena es firme y la noticia circuló rápidamente en los medios, pero lo que no se mencionó fue el partido al que pertenecía el condenado.
En un país donde la afiliación política de los personajes públicos es un dato que no pasa desapercibido, esta omisión resulta desconcertante. Si Kiczka hubiese sido parte de un movimiento político de izquierda o peronista, su afiliación habría sido destacada en los titulares. En cambio, su color político se desvanece en el relato, evidenciando un patrón claro de silenciamiento cuando los implicados provienen de sectores ajenos al círculo político dominante.
Este no es un caso aislado. Los medios suelen ser selectivos con los datos que eligen mostrar, y la filiación política de los involucrados en escándalos puede ser manipulada dependiendo de la conveniencia. Los nombres de los partidos se destacan cuando la persona está asociada al kirchnerismo o al peronismo, pero cuando el imputado pertenece a otros sectores, el detalle simplemente se omite.
Además, la manera en que los medios abordan el tema del abuso sexual infantil también refleja una inquietante falta de rigor. En lugar de calificar los hechos con la gravedad que merecen, muchos prefieren referirse a ellos como “pornografía infantil”, un eufemismo que suaviza el horror de un crimen que involucra la violación de menores. Este tipo de lenguaje refleja una estrategia mediática para deshumanizar a las víctimas y minimizar la dimensión del delito.
Es evidente que la omisión de detalles clave no es un error, sino una estrategia deliberada que tiene como objetivo proteger ciertos intereses políticos. La falta de mención de la afiliación de Kiczka es un ejemplo claro de cómo los medios pueden colaborar, incluso sin decirlo explícitamente, con aquellos que no les conviene señalar.
En última instancia, lo que queda claro es que los medios tienen el poder de moldear la indignación pública a su conveniencia. La manipulación de la información y el silenciamiento de ciertos aspectos de la historia revelan un doble estándar mediático que deja ver la complicidad cuando ciertos partidos políticos están involucrados.